sábado, noviembre 26, 2005
Una Navidad en el regazo de María
(Escrito para Revista Familia del Padre)
El tiempo de la Navidad es quizá el más ajetreado del año. Pasamos de una actividad a otra y con las justas “aterrizamos” en la misa de Nochebuena. Se me ocurre que para María no debe haber sido tampoco un tiempo tan tranquilo, después de todo, le tocó dejar su casa y emprender un cansado viaje a sólo días de dar a luz. Pero su espera silenciosa y su alegría por la venida de su Niño, del Salvador, fue seguramente constante y su corazón rebosaba de amor y ternura.
Por eso no nos desanimemos si la lista de cosas que hacer parece interminable o si las limitaciones económicas no nos dejan dar rienda suelta a nuestra generosidad. Sólo se necesita un instante a la vez para recordar que el Niño llega, que es tierno, generoso, alegre, misericordioso y fiel. Y que el regazo de María es cálido y sus ojos nos traspasan con su amor. En su regazo, nos hacemos hijos pequeños y dependientes. En su regazo, Cristo nace de nuevo en nosotros. Nuestro Padre y Fundador nos lo recuerda y los invito a no sólo leer, sino meditar estas frases:
“Cristo tiene que nacer de nuevo. Por eso hay que permanecer fieles a lo que quisimos desde la primera hora: cultivar el amor a María Santísima. Precisamente porque ella no sólo es el camino hacia una vida de intimidad con el Padre del cielo sino también camino para que Cristo vuelva a nacer de nuevo hoy, en estos novísimos tiempos.
Mantengamos la fidelidad a nuestra Alianza de Amor. Ella es la fuente de vida no sólo de nuestras ideas sino también de todos nuestros propósitos y objetivos. Si no guardamos esta fidelidad a la Alianza de Amor, ¿de dónde sacaremos fuerzas? Porque, veamos, ¿qué talentos tenemos? Seamos sinceros y admitamos que somos como pigmeos y liliputienses. Que una fe profunda nos mueva a no desear otra cosa que llevar a María Santísima al campo de batalla y darle la oportunidad de alumbrar allí nuevamente a Cristo.” (Padre José Kentenich, 1963)
Nos entregamos el corazón unos a otros
Y la otra dimensión que el Padre Fundador enfatiza en Navidad es la Familia. Para todos nosotros éste un tiempo especial para la reuniones familiares. Tiempo para compartir, alegrarnos y talvez tener nostalgia por personas queridas que están ausentes. Lo mismo con nuestra Familia Espiritual, nuestras Ramas, nuestros grupos. El año antes de su fallecimiento, el Padre Kentenich pronunció estas palabras en el día de Navidad, las podemos sentir como una herencia y como una tarea:
“Resumiendo, diría que lo que ahora queremos desearnos y regalarnos mutuamente es, evidentemente, regalarle nuestro corazón al Padre Dios. Es decir, tomar muy en serio la Alianza de Amor con el Padre celestial. No únicamente con el Padre celestial, sino con todo el orden sobrenatural. Pero esto no sólo excluye sino que exige que repitamos lo que yo hice personalmente. ¿Qué queremos repetir? En la medida que regalamos nuestros corazones al Dios eterno en infinito, al mismo tiempo, nos entregamos el corazón unos a otros.
Vean ustedes, si queremos ser un “ejército en orden de batalla”, si queremos ser una nueva comunidad, si queremos inaugurar e instaurar un nuevo orden social, entonces resulta obvio que todo este orden social se sustenta gracias a que los corazones se encuentran unos con otros; a que la fusión de corazones con el cielo se convierte en una amplia fusión de corazones de unos con otros. Por eso, nuestros corazones pertenecen a todos los miembros de la Familia. Mi corazón les pertenece a ustedes; sus corazones me pertenecen a mí; nuestros corazones pertenecen unos a otros. Si constituimos así una comunidad de corazones basada en la comunidad de corazones con el Padre Dios, con ello hemos puesto el fundamento más sólido para la historia de la Familia en los tiempos futuros. Amén”
Termino con el coro de un canto muy lindo que recién escuché, y que habla del anhelo que debe vivir en nuestros corazones este Adviento y Navidad...
Ven Señor del Universo
Ven y enciende el amanecer
ven con el alba el mundo a despertar
Ven que te esperan los humildes
ven Niño Divino a liberar
que el corazón arde tanto anhelar.
(Canto: La Vigilia, CD “Alégrate”, Hnas de María Chile. Librería de las Hermanas)
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