domingo, agosto 15, 2004

Estrella de la mañana y faro de esperanza

No puedo evitar recordar la vez que pasé un 15 de Agosto en Nazaret. Es el día de la Asunción y la fiesta mariana más importante del año litúrgico. Y pisar el lugar donde el Ángel anunció a María la misión de su vida no sólo terrena sino eterna, fue una experiencia marcante.
Cuatro años después me encontraba en la víspera de esa fecha en Nassau. Este año la hermosa fiesta caía Domingo. El sábado es mi día favorito, día mariano. Cuando estaba en Ecuador generalmente iba al Santuario el Sábado a la misa de la mañana. En Houston encontré cerca una misa a las 9am y después rezo el rosario con un grupo en una capilla preciosa de esa parroquia. Para mí eso es una gran bendición, pues me cuesta que en casi ninguna misa en mi parroquia mencionan a María en la homilía.

Pero en Nassau no había misa por la mañana del sábado. Así que mientras al medio día esperaba a una amiga que pasaría por mí para llevarme a turistear, puse la televisión, Fue impresionante ver una parte de la transmisión de la visita del Santo Padre a Lourdes. Verlo llorar frente a la gruta y poder rezar el rosario al mismo tiempo que él fue una emoción muy profunda.

Por la tarde fui a la misa, con mucha expectación, pues al ir a conocer la catedral lo primero que vi fue la imagen de la Virgen, así que imaginé que esta era tierra mariana y así era. La misa es una de las más lindas a las que he asistido, no había mucha gente pero el órgano y lo hermoso que cantaba la gente la hacía muy sentida, muy especial, la gente muy cálida. El padre incluso nos hizo cantar el magnificat en medio de la homilía. Era impresionante ver el vitral sobre el altar, estaba la trinidad pero lo que más se notaba era una hermosa imagen de María coronada, no podía evitar mirarla, mirarla y quererla, quererla y mirarla.

Siempre he querido mucho a la Mater, pero ahora estoy rematada, es un amor cada vez más profundo, más diario, más constante. Ver su imagen o ver que alguien exprese su cariño hacia ella me taladra el alma, me emociona y me alegra. Es como si fuera mía y que alguien más la quiera y le muestre su amor me hace sentir orgullosa o feliz.

Debe ser que ahora que vivo sola, Ella se ha vuelto cada vez más mi compañera y mi mamá, a Ella saludo cuando llego a mi casa, de Ella me despido aunque un poco apurada y sin mucha ceremonia. Con ella me siento a comer. A Ella le cuento mis cosas, aunque a veces no me doy mucho tiempo para rezar. Pero sí es una presencia y una interacción más real. Seguir leyendo el artículo