viernes, septiembre 07, 2007

El Camino

Introducción
Este escrito lo hice hace muchos años, en el Santuario de Schoenstatt de Alangasí, Quito. Recordé este tema el fin de semana pasado (de labor day). Fui a visitar a una amiga y su esposo a Vail, Colorado. Al preguntarme si quería ir de hiking, acepté entusiasmada. El primer 'hike' fue a Hanging Lake, se suben mil pies normalmente en una hora. (una milla de camino) Nos tardamos dos y media, je,je. Me costó mucho por la altura y el 'bad shape' pero llegar a la cima fue maravilloso. Ver fotos
Todavía no puedo creer que llegué.

El camino

Empecé a escalar. La senda apenas se distinguía entre los arbustos y las malezas. No tenía planeado subir mucho, pero cuando había ascendido unos cuantos metros miré para atrás y luego hacia arriba. "Sígueme" - pareció decirme el camino- "No soy de caminos nuevos o desconocidos" -repliqué- . "Sigue escalando" - me tentó sonriéndome-. Y me entusiasmó la idea. No puedo decir que empecé con pie derecho pues tanto ese pie como el otro se comportaron torpemente al intentar subir por un lugar especialmente escarpado. Hasta traté de mantener el equilibrio agarrando ingenuamente unas hierbas que como es lógico suponer, se arrancaron fácilmente. Pero al segundo o tercer intento lo logré. El olor a eucaliptos se iba haciendo más intenso a medida que subía y cada vez se iba escuchando más de cerca el viento que silbaba entre las copas de los árboles.
"Allá quiero llegar" - me di ánimos-, pero al bajar la vista observé que había desaparecido el camino, o talvez no lo veía entre tantos cardos, malezas y espinos. Allí fui presa de la indecisión. "¿No será mejor volver y seguir por el camino amplio y adoquinado que atravesaba cuando este sendero -desde lejos- me guiñó el ojo?".
No hay vuelta atrás -reflexioné- allá arriba me debe estar esperando el dueño del camino. "¡Ay! Si alguien me tirara una cuerda y me halara hasta la cumbre" -soñaba- "o si de repente apareciera un ascensor". Pero la decisión ya estaba tomada, me metí las dudas al bolsillo y di un primer paso, que vaya si me costó, pero para sorpresa mía, el segundo y el tercero se iban haciendo cada vez más fáciles.
Con mis manos iba sacado de mi paso los cardos. ¡Cómo pinchaban! Los altos árboles me observaban con un signo de interrogación, como diciéndome "¿Para qué subir más alto? ¿No es mejor acaso quedarse cómodamente plantado como nosotros?" No les hice caso, pues la cercanía de la cima y del sonido del aire que mecía las ramas me impulsaba a seguir... y de un momento al otro ya estaba allí ¡donde yo quería!
Tal fue mi alegría que levanté los brazos en señal de triunfo, pero -oh desilusión- no había terminado de bajarlos cuando hacia la izquierda vi que el camino seguía, y cuesta arriba.
Sin pérdida de tiempo seguí, pues la reciente alegría me daba fuerzas. El camino estaba ahora bien trazado pero las dificultades eran diferentes -árboles caídos en el camino y otros por caerse- el temor me iba invadiendo. Por donde caminaba había cada vez menos luz, pero el viento me impulsaba: "continúa" -parecía decirme- .
Tropecé varias veces y el cansancio hizo presa de mí. Pero de repente lo ví... mi corazón me decía que era el último trecho. Era alto y encumbrado. Troncos y piedras servían como escalones. ¿Podré? ¿No será ya suficiente llegar hasta aquí? Dentro de mí brotó un pensamiento que me espeluznó. "La entrega es total" -musité temborosamente.
Tuve que dejar de lado el cansancio, y otras cosas que me pesaban y que hacían más agradable el viaje. También algunas cosas que me servían de distracción y otras que según yo me protegían. Me deshice así mismo de rencores, celos, remordimientos.
Sentirme más liviana y seguir fueron una sola cosa. Al superar este último tramo lo comprendí todo.
Ahí, en el lugar más alto de los alrededores se erguía una gran cruz. El cielo limpio y azul le servía de marco y un rosario colgaba de ella. La luz ahora brillaba esplendorosa, el viento juguetón se paseaba por el lugar.
Todo era ahora muy claro. La cruz es la cumbre y el sentido del camino.
Me acerqué más a ella y di un salto, mezcla de asombro y de alegría. En ella estaba escrito: "Montaña milagrosa".
Me volví hacia las montañas lejanas que desde allí se contemplaban majestuosas, y observé como los rayos de sol se colaban entre las nubes. Recordé entonces una tarjeta que guardo con cariño, que tiene el mismo hermoso paisaje. Y embelesada ante el espectáculo que tenía por delante repetí lo que esa tarjeta lleva como leyenda.
"Señor, sé que no es obra de un día".
No es obra de un día, pero cada paso puede ser un pequeño milagro. Y en el díficil camino se puede encontrar una sonrisa que te anima, una mano que te guía y un viento que te impulsa. Uno simplemente debe dejarse conducir como un niño y por supuesto regalar las fuerzas por entero. Hay que saber levantar la cabeza después de caer , preguntarse por donde será mejor ir, descartar todo lo que te quita fuerzas, alegrarse por cada paso y... amar el camino y su meta.
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