Nuestra vida transcurre en un entregar y recibir, en un juego de amor, en un constante movimiento.
¿Qué es entregar? Es dar, ofrecer, poner a la disposición, regalar, renunciar, devolver.
¿Y qué hemos entregado? Uno o varios “sí”, una corona, también fuerzas, desilusiones, fracasos. Otras veces hemos entregado orgullo, errores, preocupaciones, servicios desinteresados. No pocas lo que hemos dado son críticas, promesas, recuerdos, vivencias, rencores. Y en fin: enfados, cobardías, sonrisas, desalientos, temores, desganos, silencios, anhelos de ser apreciados, empeño y fuerzas, tiempo y culpas han formado parte de nuestra entrega.
Cuando entregamos fuerzas recibimos la satisfacción del deber cumplido, cuando ofrecimos errores, recibimos, o llamadas de atención, o paciencia. Cuando dimos sonrisas las recibimos de vuelta, cuando devolvimos rencores y quejas obtuvimos un cargo de conciencia. Cuando regalamos críticas sin amor, recibimos a cambio excusas y se nos envenenó el alma. Cuando dimos aliento y ánimo, recibimos agradecimientos. Cuando entregamos inquietudes, fracasos, temores, obtuvimos tranquilidad. Cuando nos deshicimos del orgullo para regalarlo y agachamos la cabeza, recibimos el ánimo de volver a comenzar.
Cuando regalamos tiempo, dedicación, esfuerzo y servicio desinteresado se nos inundó el corazón de alegría. Cuando lo que entregamos fue una gran renuncia, se nos regaló a cambio esperanza.
Cuando lo que dimos fue desgano, anhelos de ser reconocidos, malas caras, el alma se llenó de obstáculos para amar.
Cuando entregamos una corona, se nos regáló seguridad, confianza, en la victoria y un horizonte de promesas.
Y cuando entregamos el corazón, se nos dio a cambio un lugar de arraigo, se nos regaló paz y una mirada de niño.
la victoria y un horizonte de promesas.
Y cuando entregamos el corazón, se nos dio a cambio un lugar de arraigo, se nos regaló paz y una mirada de niño.
miércoles, noviembre 28, 2007
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