(Publicado en Revista Familia del Padre - Ecuador)
A veces admiramos a esas personas audaces, capaces de desafiar el peligro. Seguro todos tenemos algún amigo o amiga que le gusta hacer alas delta o rafting, que disfruta del riesgo. Otros por necesidad sortean audazmente toda clase de obstáculos, como por ejemplo todos aquellos que tratan de llegar a Estados Unidos por cualquier medio y pasando penalidades inimaginables.
Se necesita a veces una cierta audacia para poder sortear dificultades que se presentan en la vida diaria, o para enfrentar algún cambio, pero no siempre encontramos la fuerza que necesitamos. Cuantas cosas no hemos dejado de hacer por temor…
A todos se nos viene a la mente la novena del Padre Kentenich, “Audaz en el riesgo”, y si reflexionamos en muchos de los acontecimientos de su vida, el Padre fue una persona muy audaz, recordemos por ejemplo el paso que dio alrededor del 31 de Mayo, defender su obra, sabiendo las consecuencas que ello traía consigo.
Pero la audacia de la que él habla no tiene que ver con el gusto por el peligro, sino que tiene su base en una relación filial con Dios Padre. La llamaba “la genialidad de la ingenuidad” la genialidad de la infancia espiritual marcada por lo divino y querida por Dios. “La audacia consiste en que frente a toda situación de nuestra vida coloquemos enseguida una escalera por la cual la razón y el corazón alcancen a descubrir al Dios que está en la cúspide de ese acontecer”. (Pedagogía para educadores católicos, 1950)
Sí, se requiere audacia para reconocer y seguir el camino que Dios quiere para nosotros. Es algo así como saltar en paracaídas y cerrar los ojos y pensar: El Padre y la Madre se preocuparán perfectamente de todo.
El Padre Kentenich pedía que inculquemos esto en la juventud: “Lo que debemos presentarle a nuestra juventud de hoy es precisamente el salto mortal a lo sobrenatural, hacia lo divino. Es cierto, siempre caeremos en las manos de Dios… Pero esllo supone arriesgarse. No sabemos lo que Dios nos exigirá mañana o pasado mañana; sólo sabemos que debemos dar este paso inmediato. Y lo daremos con coraje y convencidos de que Dios nos abrirá una puerta. He aquí pues, la valentía la audacia del santo y del pecador.”
Sí la audacia es confiar plenamente en Dios, entonces la próxima oportunidad que tengamos para desafiar el peligro o cualquier problema sencillo cerremos los ojos y caigamos en brazos de nuestro Padre de los Cielos y nuestra amada Madre.
martes, mayo 01, 2007
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