(Escrito para la revista Familia del Padre, Schoenstatt - Ecuador)
Hábitos y tradiciones,modos de proceder, repeticiones; las costumbres son expresiones que reflejan lo que creemos o sentimos. Nuestra alma latina expresa su espíritu filial en reuniones familiares y en su amor a Jesús y a María. Desde manifestaciones multitudinarias como la de la peregrinación al Santuario de Schoenstatt de Tuparendá en Paraguay, donde más de 50,000 personas mostraron su fe el 18 de Octubre, hasta la Alianza de Amor en Costa Rica de 88 personas, entre ellas familias completas, el corazón filial y religioso es palpable. Al Padre Kentenich le impresionaron justamente éstas dos cosas de Latinoamérica, o mejor dicho, dos signos: por un lado, el amor espontáneo y multitudinario a María; Y por otro lado, el sentido de familia y la facilidad de crear vínculos personales.
De esto deduce que Latinoamérica tiene una mayor predisposición al pensar orgánico e integrador que él quiere gestar, una mayor facilidad para identificarse con la misión de María y de Schoenstatt.Lo dijo en sus viajes por Latinoamérica: “El alma latina parece completamente distinta: cuanto mayor es la veneración a María, tanto mayor es el culto a Dios. Y sin embargo, si leemos las noticias de los diferentes países latinoamericanos nos encontramos con iniciativas legales contrarias a la cultura de la vida y al espíritu de familia, favoreciendo el aborto y la promiscuidad sexual. Es casi una pesadilla ver la forma como estas leyes se aprueban “entre gallos y medianoche”... promovidas por grupos minoritarios en su mayoría financiados por transnacionales. En algunos casos sólo queda reaccionar y nuestros laicos católicos, entre ellos muchos schoenstattianos han salido a las calles a demostrar su amor por la vida. Estamos viendo cómo se cumple la visión profética del Padre Kentenich, en estas palabras que dijo en Brasil: “El apostolado de los laicos busca, con más fuerza, ocupar el primer plano, quisiera ser una gran fuerza dentro de la Iglesia. Y la causa profunda, condicionada por la época de esta “hora del laico”, reside en a movilización total del infierno contra la Iglesia. El infierno ha declarado una guerra total contra la Iglesia, contra el Reino de Dios en la tierra. ¿Qué resulta de ello? Exactamente aquello que quería Pallotti: la movilización total de todas las fuerzas, de todos los medios. La guerra total del infierno provoca la guerra total del Reino de Dios contra el infierno.Costumbres que marcanSalir a las calles o manifestar nuestro sentir en el ámbito público es muy importante. Lo es también preservar nuestras costumbres familiares y religiosas. Después de todo son aquellas reuniones familiares o peregrinaciones marianas, las que se quedan más grabadas en nuestro corazón y memoria, especialmente aquellas que experimentamos cuando éramos niños. Y es que los niños son como esponjas que absorben todo, también lo religioso. Se me viene a la memoria la impresión de un niño de 3 años cuando el Padre José Luis Nieto fue a bendecir su casa. Varios días después, Sebastián se paseaba por la casa con una bufanda en su cuello y un vaso de agua cantando “Ven con nosotros a caminar…”. Y a muchos les pasará como a mí, que recuerdo más vivamente las vacacionesde mi niñez,que otros períodos más recientes de mi vida, puesto que involucraban familiares, primos, tíos y abuelos, comidas exquisitas y contacto con la naturaleza. Cómo nos han marcado, asimismo, vivencias religiosas como los retiros y campamentos de Schoenstatt y el contacto con el Santuario.Las costumbres como seguros para vivir una vida cristiana >Los horarios diferentes, el estrés normal de la vida, hacen que cada vez haya menos oportunidad para compartir como familia. Es importante buscar momentos en la semana donde todos se sienten a la mesa como familia y promover reuniones familiares o con amigos con los cuales se comparte los mismos valores. Bendecir la mesa es una costumbre importante, incluso cuando se come en restaurantes o cafeterías… El Santo Padre Benedicto XVI, siempre en contacto con la vida, lo ha recalcado recientemente:“En nuestras familias se enseña a los pequeños a dar siempre gracias al Señor, antes de tomar los alimentos, con una breve oración y la señal de la cruz. Hay que conservar o redescubrir esta costumbre, porque educa a no dar por descontado el «pan de cada día», sino a reconocer en él un don de la Providencia.
Deberíamos acostumbrarnos a bendecir al Creador por cada cosa: por el aire y por el agua, elementos preciosos que son el fundamento de la vida en nuestro planeta; así como por los alimentos que, a través de la fecundidad de la tierra, Dios nos ofrece para nuestro sustento. A sus discípulos Jesús enseñó a orar pidiendo al Padre celestial no «mi», sino «nuestro» pan de cada día. Quiso así que cada hombre se sienta corresponsable de sus hermanos, a fin de que a ninguno le falte lo necesario para vivir. Los productos de la tierra son un don destinado por Dios para toda la familia humana.Mantengamos y promovamos nuestras costumbres familiares y religiosas, así, aunque sea de forma silenciosa y escondida, estaremos preservando la valiosa herencia de nuestros mayores y de nuestra Iglesia Católica, y contrarrestando la poderosa influencia del mundo secularizado.Fuente: “Huellas de un Padre” P. Esteban Uriburu, Editorial Patris y Vatican Information Service
miércoles, noviembre 15, 2006
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