(Publicado en Revista Familia del Padre)
En el mes de Marzo, de repente, se nos fue una schoenstattiana muy querida, Nana de Loor. Lo menciono porque Schoenstatt es vida y personas que, como ella, vivieron su Alianza de Amor con María con gran profundidad, que irradiaron amor en su vida terrena, son un ejemplo del camino a seguir. No me voy a referir a su conversación interesantísima ni a su agudo sentido del humor, sino en especial a dos aspectos, que pienso yo deben distinguir a un hijo o hija del Padre Kentenich. En primer lugar su entrega a los demás, su cercanía y su hospitalidad, ese estar pendiente de las necesidades de cada persona y hacer que cualquiera que la visitara se sintiera totalmente en casa. En segundo lugar su servicio sencillo y silencioso a la Iglesia, todos esos años que fue catequista de primera comunión en su parroquia de Los Ceibos. Una vida tan fructífera no se puede resumir en un párrafo, pero ejemplos como estos, son más entendibles que conceptos, cuando se trata de explicar cómo se vive Schoenstatt.
En este año 2006, a principios de Junio en Pentecostés, el Papa Benedicto XVI ha querido reunirse con los representantes de los Movimientos Eclesiales en Roma. Él ha manifestado la esperanza que tiene la Iglesia de que los Movimientos y Nuevas Comunidades: “que ellos contribuyan a dar un renovado impulso a la evangelización de todos los sectores de la sociedad, del mundo del trabajo y de la familia, de la cultura y de la educación, en todos aquellos campos en que se desarrolla la vida de los hombres de hoy, en circunstancias tantas veces poco favorables para una existencia cristiana íntegra y profunda.” Y manifiesta también: “De la comunión eclesial depende la autenticidad de toda experiencia de vida cristiana y la eficacia de las iniciativas pastorales. Por eso el tan recordado Papa Juan Pablo II insistía en que todos se integraran con humildad en la vida de las Iglesias locales, en las estructuras diocesanas y parroquiales, en las que manifiestan los diversos modos de asociarse y expresarse”.
Sé de muchos schoenstattianos que participan activamente en la vida parroquial, como catequistas, ministros de comunión, misioneros de la Virgen Peregrina etc. Ojalá muchos más puedan ser generosos con su tiempo y consideren un apostolado en su parroquia. Aunque uno dé sólo un poco, se recibe en abundancia... ¡Y se aprende tanto! Se descubre mucho sobre los tesoros de la Iglesia. La espiritualidad mariana de Schoenstatt es un gran aporte para la Iglesia, ¡tenemos que darla a conocer!
De una Iglesia sedentaria a una peregrina
La Iglesia somos nosotros, no sólo los religiosos o sacerdotes, de todos nosotros depende su crecimiento y florecimiento. A pesar de que han pasado más de 40 años desde el Concilio Vaticano II todavía hay rastros de la Iglesia Sedentaria, quizá legalista. El Padre Kentenich, nos impulsaba en cambio a ser una Iglesia Peregrina:
“El futuro de la Iglesia depende fundamentalmente de si los miembros de la Iglesia logran hacer presente a esa Iglesia en medio del mundo de hoy y en qué medida lo consiguen. Antes se veía a la Iglesia como una única y enorme roca. La gente debía ir hacia ella. Pero ahora, la Iglesia tiene que hacerse presente en todas partes. ¿Dónde? Donde estén los miembros de la Iglesia. La consigna no es por tanto “la gente debe ir hacia la Iglesia”, sino la Iglesia debe ir hacia la gente”. Y ahora bien ¿quién es, qué significa la Iglesia? Yo soy la Iglesia. Allí donde yo esté y actúe en calidad de miembro de la Iglesia, allí está la Iglesia. (Homilía, 1964)
María es la Madre de la Iglesia, es nuestro gran tesoro. Si hacemos de nuestro corazón un Santuario, la podremos llevar a todos los ámbitos de nuestra vida, y como ella nos pondremos al servicio de los demás.
martes, abril 18, 2006
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