Descubriendo la vocación
Generalmente en Schoenstatt nadie te persigue para que te hagas ‘curita’ o ‘monja’, y si le pasó a alguien... puede estar seguro de que es una excepción. Justamente Schoenstatt es un Movimiento cuyo fundamento es la libertad, pero una libertad basada en el profundo conocimiento de uno mismo, donde uno se pone metas propias y anhela cumplirlas por amor. La palabra mágica en Schoenstatt es “magnanimidad”. Bien lo decía el Padre Kentenich el 18 de Octubre de 1914 “No simplemente lo grande, ni algo más grande, sino precisamente lo más excelso ha de ser el objeto de nuestros esfuerzos intensificados.” Es el “héroe” en nosotros, el que debe reflexionar cuál es nuestra misión de vida.
En nuestro mundo actual, donde priman los valores materiales y donde el rey es el “Yo”, no hay muchas ocasiones de plantearse la vocación. Quizá algunos jóvenes han tenido el regalo de asistir a una ordenación sacerdotal o toma de hábito, y se lo han planteado al darse cuenta que aquellos que han seguido ese camino se los ve plenos, realizados, felices y lo empiezan a considerar como una opción de vida.
Recuerdo que a mí, la primera vez que se me pasó por la cabeza que la vida religiosa era una opción, fue al leer un libro sobre Bárbara Kast, una joven chilena del Movimiento, una chica alegre, líder, llena de vida, que se cuestionaba su vocación. Luego también me llamó mucho la atención haber visto en Schoenstatt, Alemania, a tantas hermanas con rostros felices... Hace poco una hermana de grupo de la Juventud nos recordó que encontramos nuestro nombre de grupo en el balde de una camioneta, y debo reconocer que la formulación definitiva de mi ideal personal “se me vino” una vez cuando estaba tomando la sopa. El Padre Kentenich decía que Dios era un Dios de la Vida y te habla a través de personas que están a tu alrededor o en cosas sencillas de la vida diaria. Por tanto, hay que afinar el oído, por que cuando Dios llama, no viene un coro de ángeles a anunciarlo.
Sea cual sea la vocación... lo importante es planteárselo, hacerse la pregunta, rezarlo. Este planteamiento puede servir también para encontrar la misión de la vida de cada uno. Hay una gran diferencia entre simplemente ir con la corriente, enamorarse y casarse, que antes habérselo planteado y haber decidido que el matrimonio es el camino para uno, con todo lo que eso implica.
El camino de la vida religiosa parece el más difícil, hay un gran temor, el de equivocarse. Pero si se tiene esta inquietud, es muy bueno compartirlo con alguien que pueda asesorar, ayudar a discernir. Incluso si después de un proceso uno sigue el llamado, y después de un tiempo no resultó ser, siempre será una excelente experiencia. Algo que ayudará a la persona a madurar y a ver las cosas desde otro punto de vista, a conocerse mejor y a tener más claro lo que Dios quiere de uno. Lo digo por experiencia.
Tengo que hacer una aclaración... la verdad es que todos tenemos la misma vocación... Talvez esto suene confuso, pero dejemos que el Padre Kentenich lo explique:
“Nuestro esfuerzo, en cualquier profesión, ya sea si soy asistente del hogar, profesora o trabaje en un negocio, así como cada uno tiene una profesión, tenemos una profesión como Familia: y lo mismo sucede con los religiosos, tienen la profesión de la santidad. Nuestra profesión es aspirar a la santificación de la vida diaria; quien se conoce a sí mismo comprenderá correctamente. Realizar todo en forma perfecta hasta en los más mínimos detalles de la vida cotidiana y hacerlo por un amor sublime a Dios exige el esfuerzo de todas las fuerzas morales. Eso exige una fuerza moral heroica. (...)
Comprueben si acaso no es verdad que quien despierta el héroe en nosotros es quien nos pone las mayores exigencias. Seguro que en nuestra vida hay momentos en que tenemos tendencia a relajarnos. Pero no lo soportamos durante mucho tiempo. Apenas se despierta lo noble en nosotros, no estamos conformes con los placeres, ni con todo aquello que nos hace egoístas y apegados al yo. Entonces surge la tremenda tendencia en mí a dejarlo todo y entregarme a una gran misión.” (Padre José Kentenich, Pláticas en Suiza, 1938)
martes, julio 17, 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario