El Padre tiene la palabra: La Autoridad
“Hoy ya no existen ‘tierras de niños’ por que tampoco hay tierras de madres y de padres.” El Padre Kentenich solía citar esta frase de Nietzche y lo interpretaba con sus propias palabras: “no hay niños auténticos porque no hay padres auténticos.”
Esto me recuerda los comentarios de una adolescente, que razonaba con algo de madurez describiendo a sus compañeros de colegio: todos quieren ser adultos y actuar como lo hacen los adultos, quieren tener auto, celular, dinero y libertad para hacer lo que quieran. Sin embargo ella mismo batallaba contra la autoridad de sus padres que “no la dejan hacer nada”. Existe hoy una gran tensión en saber ejercer la autoridad poniendo límites y por otro lado dejar a los hijos “su espacio”, algo de libertad, y hacerles experimentar que confían en ellos y respetan su criterio. Esto un arte, pero por lo general los padres se van a uno u otro extremo.
Dejemos que el Padre nos hable sobre este tema tan vital:
“La autoridad paternal de Dios es por excelencia la “forma original” de la autoridad terrenal o humana. Todas las otras formas de autoridad son secundarias, se apoyan o complementan en la autoridad paterna. La conciencia de padre se pone de manifiesto en la labor de educar a los hijos en la obediencia y la valentía; mientras que la autoridad de la madre –apoyada en la del padre- tiene la misión de educar al niño en la capacidad de sufrir y soportar.”
El padre humano: transparente del Padre Dios
El Padre Kentenich decía que el padre humano es en todo sentido el más maravilloso transparente del Padre Dios, y el más directo. Y examinaba las cualidades de Dios que pueden aplicarse al padre humano, o en caso de ausencia del padre, a quien le toque asumir ese rol. Ofrecemos una síntesis para que lo mediten aquellos a los que les toca ejercer la autoridad paternal.
1. Inmutabilidad Divina – Debe haber una cierta inmutabilidad en los principios y en las decisiones de quien es portador de la autoridad paternal en la familia.
2. Omnipresencia: El Padre humano tiene que ser omnipresente para sus hijos, física o espiritualmente. Debe tenerlos siempre presentes en su mente, en su perspectiva de interés, en su corazón.
3. Omnisciencia: El padre debe saber todo lo que de alguna manera concierne a sus hijos. No un conocimiento obsesivo, sino bondadoso y extraordinariamente enaltecedor. Es enaltecedor cuando el padre cree siempre en el hijo, aunque haya sufrido mil decepciones.
4. Sabiduría: El padre humano debe ser también sabio. Sabrá medir sabiamente lo que su hijo puede soportar, sabiamente pesará la carga que se le imponga, sabiamente planteará las exigencias y sabiamente dosificará los regalos que le haga.
5. Santo: Los padres deben ser santos ¿Quién es santo? Aquel que gire continuamente en torno del eterno Padre Dios y de sus deseos y voluntad.
6. Misericordioso y justo. Ese es también el rol del padre humano: justicia, honradez y equidad inquebrantable, no se deja sobornar. Pero Dios Padre es asimismo, infinitamente misericordioso y sabe perdonar cuando el hijo perdido regresa a casa.
Un gran ejemplo de autoridad
Conocemos por relatos de personas que lo conocieron, que el Padre Kentenich era un transparente del Padre Dios y por lo tanto encarnaba la autoridad en el sentido querido por Dios. La misión de su vida fue mostrar la imagen de Dios Padre, de Jesús, el Hijo del Padre, del Espíritu, el amor entre el Hijo y el Padre y de María, la educadora que da a luz al Hijo y gira en torno al Padre.
La palabra autoridad procede del latín-auctoritas, auctoritatis- que viene a significar: prestigio, influencia, modelo, ejemplo, persona o cosa que merece tomarse como tal. También se puede tomar el sentido de este vocablo desde el verbo latino augeo,-auxi, auctum- que significa acrecentar, aumentar, hacer prosperar. Por ello podemos decir que el Padre Kentenich era una autoridad “en todo el sentido de la palabra”. Para los que de una u otra forma nos toca ejercer la autoridad ya sea en la familia, en el trabajo, en los grupos o comunidades, el Padre es un excelente modelo. Cada persona que llegaba a él recibía toda su atención, él la escuchaba, comprendía y aceptaba, pero también era firme y exigente pues anhelaba que creciera en su vida espiritual. Tenía siempre presentes a los suyos, los servía, rezaba y se sacrificaba por ellos. Así lo sigue haciendo en su nueva presencia…
(Citas: Kentenich, José, Pedagogía para Educadores Católicos – Jornada Pedagógica 1950, publicado por las Hnas. de María, Argentina, 1994)
domingo, julio 11, 2004
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