domingo, enero 11, 2004
Como en casa, como el cielo, como en Schoenstatt
Para mis amigos schoenstattianos en tantos lugares, con mucho cariño, un relato personal sobre la Tierra del Exilio y la toma de hábito de cinco novicias de las Hermanas.
Enero 11, 2004
Acabo de llegar de Milwaukee. Estuve apenas el fin de semana, desde el viernes por la noche hasta hoy Domingo por la tarde. Viajé desde Houston, donde estoy residiendo actualmente.
Creo que sólo en Schoenstatt se pueden experimentar tal cantidad de vivencias y emociones en tan poco tiempo. Parece que como mínimo hubiera estado toda una semana. ¡Pensar que cosas tan sencillas pueden darnos tanta alegría!
Sé que por lo general es tiempo de todos es escaso y uno no puede leer todo lo que llega por mail, pero creo que no me queda más remedio que extenderme y los que quieran y sean valientes, pueden acompañarme en este relato hasta el final. Mencionaré también los nombres de los que fueron parte de esta peregrinación para los que los conocen.
La razón del viaje fue asistir a la toma de hábito de María Elena Vilches de Ecuador, que entró a las hermanas en la provincia del norte de Estados Unidos, pero otro propósito importane era poder conocer el Santuario del Exilio en Milwaukee.
María Elena fue por muchos años un miembro muy activo y valioso de la Juventud Femenina. Pero sobretodo para los que fuimos y para los que la acompañaron espiritualmente, fue una amiga muy especial, una amiga fiel en todo el sentido de la palabra, y por ello el esfuerzo de tomar un avión resultaba evidente, ella se merecía eso y mucho más.
Llegar a Schoenstatt, llegar a casa
Ya el tomar el avión sin problemas habiendo llegado tan solo media hora antes de la salida del vuelo (para mí el Viernes era día de trabajo normal y un amigo justo antes de salir me indicó como llegar más rápido sino, con el tráfico de Houston no hubiera llegado…) y viajar llegar sin ningún contratiempo me daba a entender que la Mater se estaba preocupando de todo. Ver al aterrizar los alrededores de la pista llenos de nieve fue una gran sorpresa. Ya el sello de las Hermanas y de Schoenstatt se notaba en el hecho que se ofrecieron en mandarme a recoger sin yo haberlo pedido. Mike, que me fue a recoger en una Van, había ido al aeropuerto ese día unas cuatro o cinco veces, habiendo recorrido unas 200 millas de ida y vuelta ese día. Había llegado Lissi Zambrano desde Ecuador, una hermana desde República Dominicana, parientes de María Elena, etc. Y en días pasados había llegado Vanesa Sicouret y su hija de meses desde Alemania, Desde Guayaquil la hermana María Gracia y tres chicas de la Juventud, María Leonor Jiménez, Alejandra León y Gaby Aycart. Vinieron también “jóvenes” de la Rama Familiar María José y Hugo González, Chechi Rivera de Pinto y Ronald Moscoso, que en su tiempo pertenecieron a la Juventud Masculina y Femenina. De la Rama de Profesionales estaba Mapi Medina. De Austin, Texas, vinieron María Fernanda y Mauricio Calero acompañados por cuatro chicas de la Juventud de Austin, y de Connecticut, María Isabel García, quien estuvo por muchos años en la Juventud Femenina. Por supuesto estaban también los padres y hermanos de Male y tíos, primos y su abuelita. Lamentablemente tres chicas de la Juventud que se habían embarcado para viajar no pudieron llegar porque su avión tuvo desperfectos en la turbina.
El toque schoenstattiano y la preocupación de la Mater se siguieron dando. Debo reconocer que yo lo esperaba, ya he estado en tantos centros de Schoenstatt y “sé cómo es la cosa”; pero igual iba apreciando y agradeciendo cada detalle, la preocupación de las hermanas por que pueda comer algo, la hermosa decoración navideña capilla del Centro Internacional, donde llegamos los ecuatorianos y las familias de las novicias, el hecho de tener una habitación perfectamente limpia y completa, calientita, y cómo no, un horario perfectamente planeado para los días siguientes. Qué alegría fue poder saludar a tanta gente querida y conversar con ellos como si nos hubiéramos visto el día anterior, pues los vínculos entre schoenstattianos son más fuertes de lo normal. Esa noche la emoción de la familia de “Male” y de sus amigos era gigante, a varios nos costó trabajo poder dormir.
El día esperado
Al día siguiente nos levantamos temprano y desayunamos, abrazos, saludos y risas. Los que ya habían llegado días antes y habían visto nevar me contaban la forma que tenía la nieve cuando caía (los snowflakes) y yo que casi no conocía la nieve me quedaba sorprendida, pues, como Lissi, también pensaba que caía como “panes de yuca”…
Se imaginan lo que es estar en ese frío para nosotros guayaquileños tropicales, pero fuimos precavidamente bien abrigados, disfrazados, como decían algunos.. ¡Pásame el disfraz! se escuchaba por ahí. El gorro era esencial y las bufandas y los guantes, y el abrigo, qué difícil maniobrar con todas esas cosas encima…
Quién creen ustedes que era la guía oficial de la peregrinación de Ecuador y conductora de la Van… (por cierto a gran velocidad)… Nada menos que la Hermana M. Petra… el personaje schoenstatteano más famoso y solicitado del año, tanto en Chile como en Ecuador, España y Portugal, países que visitó el 2003, en donde transmitió sus vivencias con nuestro Padre y Fundador. Ella nos llevó hasta la Iglesia de Vicente Pallotti Este en Milwaukee, que está al lado del Santuario del Exilio, donde el Padre vivió por catorce años.
La Iglesia estaba repleta y a los ecuatorianos nos tocó en la última fila, se veía muy poco hacia delante pero después nos dimos cuenta que era un lugar estratégico para poder ser siempre los primeros en ver a María Elena entrar. Las introducciones a diferentes partes de la ceremonia, que las hacía una hermana, eran bilingües, también las lecturas, ese fue un detalle que apreciamos los ecuatorianos, se notaba que en todo momento se preocupaban por nosotros. Al final de la introducción se nos pidió no tomar fotos, para conservar la solemnidad de la ceremonia. ¡Qué sacrificio tan grande fue guardar nuestras cámaras de fotos cuando vimos a María Elena y sus cuatro hermanas de curso ingresar de blanco a la Iglesia! Los cantos del coro de las Hermanas, los violines y los instrumentos contribuían a hacer muy hermosa esta ceremonia. Unas jóvenes llevaban las banderas de las respectivas juventudes. Alejandra León llevó la de la Juv de Ecuador, nuevecita, recién conquistada y preciosa. Había muchos sacerdotes concelebrando, incluyendo a nuestro querido Padre Christian. Había que peñizcarse porque todo parecía un cielo schoenstattiano. En la homilía, el Arzobispo Dolan, un sacerdote alto y muy efusivo, se deshizo en halagos hacia Schoenstatt y su carisma y nos ubicó muy bien en el propósito de este día. No se trataba de agradecer a las chicas su entrega a Dios, sino de agradecer a Dios la elección de estas cinco jóvenes mujeres. (Para más detalles de la homilía pueden visitar www.schoenstatt,de El hizo entrega a cada una el vestido y los símbolos y luego salieron de la Iglesia para revestirse del traje de María. Mientras tanto un coro de las jóvenes de Estados Unidos cantó angelicalmente. Luego las guayaquileñas, actuales y antiguos miembros de la JF (a donde se entra pero nunca se sale) nos esforzamos por cantar con todas nuestras fuerzas “Tierra de Pureza” con nuestra característica fuerza latina.
Luego interpretaron piezas musicales. De repente, uno de nosotros se dio cuenta que las novicias estaban detrás de nosotros, preparándose para entrar, antes de que termine la música. Por supuesto nos olvidamos por completo de la petición de no tomar fotos y nos abalanzamos con nuestros flashes y clicks. Las novicias, que parecía que habían vestido el traje toda su vida, llevaban al altar las ofrendas, y María Elena, que era la primera (por ser obviamente la más bajita) llevaba una vela encendida, lo que hacía la escena más espectacular.
Luego de la ceremonia las novicias se dirigieron al Santuario con el Obispo, las hermanas y los sacerdotes. Allí consagraron su vocación a la Mater. A la salida saludamos a Male y nos tomamos fotos con el Santuario y la nieve de fondo.
Luego vino el almuerzo, en un salón contiguo, donde había siquiera 500 personas, las hermanas nos atendían y compartíamos y nos poníamos al día. El mundo es pequeño, especialmente en Schoenstatt, porque ahí encontré personas o hermanas que había conocido en Alemania u otros países donde hay Schoenstatt. Uno de esos encuentros fue un señor mayor sentado solo en una esquina, me di cuenta que era el papá de la Hermana Ivonne María, mi gran amiga y ex hermana de curso. Así que aprovechamos de conversar un rato.
Luego del almuerzo regresamos al Centro Internacional y nos dirigimos a la Casa Provincial, donde se había preparado pequeñas charlas de las hermanas para las chicas que asistieron de los diferentes estados. Iban pasando de un lugar a otro y por supuesto a las ecuatorianas le daban la charla en español. La Casa Provincial de las Hermanas es hermosísima y reluciente. Me sentí como si estuviera en Schoenstatt, Alemania, todas las hermanas tenían una tarea, trabajaban como hormiguitas y se movían con la gracia y la finura típicas de una Hermana de María, empezando por la Superiora Provincial, que estaba siempre atenta a todo y hasta acarreaba sillas. Todo estaba perfectamente coordinado. A las 5 pm hubo una bendición con el Santísimo. Como me pasó en la Iglesia, me fascinó oír cantos tradicionales que había escuchado a las hermanas cantar en alemán, latín o español, y ahora en inglés. Me parece que hay una fuerte tradición europea y alemana en la Iglesia en Estados Unidos, las celebraciones litúrgicas son más solemnes que en los países latinos.
Por la noche, entre las siete y las nueve y media, las diferentes ramas de la Juventud Femenina le dieron su regalo a las novicias en forma de representaciones o cantos. La juventud ecuatoriana presentó un baile típico y unas coplas en inglés y en español, uno de los cuales tenía la música de la famosa “Macarena” pero reemplazada por “María Elena”. También presentaron un corto video que hice una vez sobre nuestro Santuario y su gente y la Juventud, que tiene de fondo la canción del Jubileo. La hermana María Elena, para mi alegría, me contó después, que eso era lo único que la había hecho llegar a llorar de emoción…
Luego de tanta celebración nos fuimos a dormir temprano absoluta y totalmente rendidos de tantas emociones juntas. Al día siguiente había que levantarse temprano, para ir a Misa de 7 am en la Casa Provincial. Luego de eso las familias de las Novicias se juntaron con ellas y nosotros, el grupo ecuatoriano, tuvimos una meditación en el Santuario de Waukesha, preparada por la Hna. Frances, una hermana muy simpática y profunda que es la encargada del Centro Internacional y por lo tanto de acogernos, de proveer nuestras comidas, etc. Después fuimos a desayunar y alistarnos para salir a Milwaukee. Me tocó entonces despedirme de la Hna. María Elena, que me animó a ir de nuevo por allá en Julio para el Jubileo del Santuario del Exilio ¡qué buena idea! Luego de ello nos dirigimos a Milwaukee con la Hermana M, Petra a escuchar en vivo y en directo, en los lugares donde tuvieron lugar, las vivencias que ella nos ha contado en otras ocasiones. No nos imaginábamos que iba a ser una experiencia tan profunda.
Tras las huellas del Fundador
Comenzamos en el Santuario, que estaba totalmente disponible para nosotros. Primero nos mostró ella en el lugar donde siempre se arrodillaba el Padre y donde le dio una lección sobre la oración: si saca tiempo para rezar y por ejemplo uno va al Santuario, debe aprovechar ese tiempo con ese objetivo, no irse con la mente a otros lados. La Mater es celosa, le decía el Padre, y quiere toda mi atención. María Leonor tocó algunas canciones, que tenían un efecto lacrimógeno, como Eres Reina de nuestros corazones, María de la Alianza y el Himno del Jubileo, en ese Santuario, se cantaban con todo su sentido y con toda el alma.
Luego la hermana nos contó como el Padre celebraba la Misa, donde se ponía, cómo llegaba puntualmente cinco para las 6:00 am para darle la comunión a una señora que se tenía que retirar cada día en el momento de la comunión para alcanzar su autobús. Que habían calculado que el Padre había celebrado en ese lugar unas 3,400 misas, siempre a la misma hora. El Padre quería ser fiel en esto, pues en Alemania y otros países, muchos sacerdotes se unían espiritualmente a la misma hora. También nos contó que era el único santuario que el Padre había visto construir en todo su proceso, desde la piedra fundamental hasta el techo, y que había sido construido por tres jóvenes sacerdotes pallotinos muy entusiastas y fuertes. Además que no había sido la Familia de Schoenstatt la que había construido ese Santuario sino que los Pallotinos lo habían hecho, como una muestra de Amor a María en el Año Mariano y que ellos querían que Schoenstatt sea su apostolado. El Padre lo interpretaba como que era la Mater que lo había seguido hasta allí. También contó con cuanta reverencia el Padre celebraba la Misa, era como estar en el cielo. Cuánto ofreció en este tiempo, tanto dolor, tantas incomprensiones, tantas calumnias. Y cómo cuando el Concilio cambió la liturgia de latín a la lengua vernácula, el Padre se adaptó inmediatamente, otros sacerdotes talvez se complicaron, pero para el Padre lo que la Iglesia decía era lo más importante. Luego hizo una reflexión sobre el legado de la carta del Padre y Fundador a la familia de Ecuador. Como justo la noche antes de morir, seguramente por la tarde, el Padre dictó esa carta en la que nos consagraba en la Patena, y nos dijo que no sería exagerado pensar, que esa última Misa del 15 de Septiembre del 68 nos consagró a la Familia de Ecuador en la Patena, como familia y a cada uno.
Era tan impactante estar ahí, estar en un grupo tan pequeño, con ella que nos invitaba a consagrarnos a la Mater y al Padre hablándonos cosas profundas que nos llegaban al corazón y contestando todas nuestras inquietudes. Luego recorrimos con ella los caminos que hacía el Padre, que conservan la misma superficie, el mismo cemento, nos enseñaba sus oficinas desde afuera y desafiando el frío fuimos al cementerio donde el Padre se paseaba, y donde hay una ermita de la Mater que se colocó en gratitud.
A la hora del almuerzo fuimos a la Casa del Movimiento donde la Hna. Frances nos esperaba con unos sandwichs para el almuerzo. Nos sentamos todos alrededor de la mesa y seguimos haciendo preguntas a la hermana M. Petra. En la Casa del Movimiento era donde se reunían las parejas para los famosos “Montag abends” o “Lunes por la tarde” las charlas que daba el Padre a los matrimonios. Ahí los jóvenes de la Rama de Matrimonios recordaron especialmente a sus monitores, María Inés y Pepe Plaza.
Hasta allí llegó para mí la peregrinación y el viaje, me despedí del grupo que se iba con la Hna. M. Frances a visitar Santuarios del Hogar y el lago Michigan y a mí me llevó al Aeropuerto nada menos que la Hna. M. Petra. En el camino pudimos conversar y me dio algunos muy buenos consejos.
Mis expectativas sobre el viaje se vieron más que colmadas, me imaginaba que allá iba a encontrar el auténtico espíritu de Schoenstatt y así fue. Como no va a ser así, si la huella y la presencia de nuestro Padre y Fundador es tan marcada. Estoy segura que interpreto el sentir de todos los schoenstattianos que allí estuvieron que allí nos sentimos como en casa, como en el cielo, como en Schoenstatt.
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